/verão/
Caminar sin decidirse por ningún objetivo ni rumbo preciso parecía una buena manera de usar su tiempo por la falta de planes. Las calles llenas, el parque con puntos de colores y la alegría de una niña con su helado popsicle, risas, vendedores ambulantes con chucherías diversas. En poco tiempo, la camisa se le comenzó a pegar a la piel, logrando que envidiara la valentía de los chicos despreocupados que se amarraban la camiseta en la cabeza y desfrutaban del calor con la ayuda de cualquier líquido frío. En su caso, permitirse unos momentos de inactividad bajo el sauce, a un lado del lago, envuelto por la tonalidad verde desmayada que conociera desde la infancia, ya era cosa bastante excéntrica.
El lugar invitaba a la lectura. Entre los libros disponibles —había novelas como las de quioscos, filosofía, Cervantes, Drummond— una edición antigua de "El Otoño del Patriarca" fue lo que eligió como compañía. En el extremo del parque, donde la sombra y el césped ofrecían muchedumbres distantes de agitación de niños y perros, había asientos confortables y casi silencio, a pesar de los movimientos de personas alborotadas por el sol, que parecía exuberante y no daba tregua.