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Las ganas de leer no tuvieron la fuerza suficiente, por eso se contentó con observar la vida, aunque lo hacía sin despegarse del libro de cubierta dura, una bella edición. Recordó la caligrafía perfeccionada que usaba para firmar los libros que acostumbraban regalarle, desde que fue pequeño. De regreso en la casa donde creció, instalado en el cobertizo, disfrutó de la tranquilidad de no tener que dar órdenes ni realizar ninguna tarea. La temperatura agradable que había allí le ayudaba a entender que su acción era prescindible, se tratara del trabajo o de sus pequeñas obsesiones tales como las formas de doblar las camisas y de ordenar los libros en el estante.

Tirado en la vieja silla, cerró los ojos para revisar los hallazgos recientes. El libro cayó al suelo y lo despertó, pero no borró la sonrisa al recordar el sueño de cuando todavía era niño y disfrutaba un chupete espiral multicolorido mientras que su madre regaba las plantas del jardín en donde los lirios comenzaban a florecer.

primavera/

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