Caminar sin rumbo definido era un buen tipo de ocio, pensó, al salir con un libro bajo el brazo. Fue por el camino con piso de tierra entre los canteros, como un nuevo experimento, y se acumuló el polvo en los zapatos. De lejos vio niños a quienes no les importaba que la tierra se adhiriera a la piel, ni parecían sentir la falta de la televisión ni de los juegos electrónicos.
Sentía que alguien le había saludado de lejos, pero podía ser solo una impresión suya, aunque le devolvió el saludo. Siguió por la ruta sinuosa del parque, dejando que el viento templado lo empujara suavemente, como el movimiento del columpio que había en el balcón de la casa de su infancia, hacia la cual tenía ganas de regresar por todo el siempre.
Antes de emprender el camino de regreso para casa, nuevamente intentó acomodarse en el césped cerca del antiguo quiosco, dónde la sombra lo recibió y las páginas se presentaban amarillentas.
/primavera/
Foto de de Caio Webber
